Skip to content

Cerveza y cambio climático: desafíos en un mundo más cálido

  • by

El lúpulo y la cebada podrían estar en peligro por el cambio climático, y su estudio podría extrapolarse a otros cultivos.

El cambio climático se ha convertido en una amenaza creciente para muchos cultivos en todo el mundo. Una gran cantidad de alimentos podrían dejar de estar disponibles a consecuencia de los cambios drásticos en el clima. 

Extensas áreas, hoy cultivables, pueden dejar de serlo en los próximos años o décadas, lo que tendrá impacto en nuestras actividades, desde la alimentación hasta el ocio.

En concreto, ciertos aspectos de la cerveza la convierten en un modelo adecuado a partir del cual obtener conclusiones que se puedan aplicar a otros productos.

En primer lugar, la materia prima de la cerveza se compone de dos plantas muy distintas, el lúpulo y la cebada. El lúpulo es una planta trepadora, y aunque otras del mismo tipo pertenecen a grupos taxonómicos distintos, tienen comportamientos ecológicos similares, como la vid, algunas legumbres o el tomate. La cebada, por su parte, es un cereal, como el trigo, el centeno, la avena o el maíz. De ahí que estudiar los impactos del cambio climático en la cerveza, más allá de su valor intrínseco, tenga aplicaciones extrapolables a otras formas de agricultura.

Por otro lado, el cultivo de estas plantas y la producción de cerveza son actividades muy comunes en España y sobre todo en algunos países de Europa, circunstancia esta que facilita realizar estudios con una cantidad de datos mucho más amplia que con otros productos. Con todas estas ventajas, un equipo de investigación liderado por Martin Mozny, de la Academia de Ciencias de la República Checa en Brno, ha desarrollado un extenso estudio, recientemente publicado en la prestigiosa revista Nature, a partir de datos de Alemania, República Checa y Eslovenia.

Lúpulo en peligro

El lúpulo es un ingrediente esencial de la cerveza, responsable de su sabor y aroma característicos. La mayor producción mundial de lúpulo se encuentra en Estados Unidos y Alemania, con casi 50 mil toneladas anuales cada uno. República Checa y Eslovenia, ocupan respectivamente el cuarto y sexto puesto en producción internacional de lúpulo. España, con casi mil toneladas de producción anual, se encuentra entre los diez países con mayor producción.

Aunque el lúpulo es una planta relativamente resistente, las alteraciones en los patrones climáticos están provocando cambios en la calidad y cantidad de lúpulo disponible. Debido al aumento de las temperaturas, el lúpulo está madurando aproximadamente 20 días antes de lo normal. Esta maduración temprana afecta a la calidad del producto, más específicamente, a su contenido de alfaácidos, los principios activos responsables de proporcionar amargor y aroma a la cerveza. El equipo de Monzy ha detectado una caída del 0,6 % en la concentración de estas moléculas, aunque puede parecer una cantidad mínima, es suficiente para poner en peligro la producción de cerveza y su calidad.

La cebada, la gran víctima de la situación

La cebada, utilizada en la producción de maltas, es el otro ingrediente fundamental en la fabricación de la cerveza. España, con casi 10 millones de toneladas, es el sexto país productor, después de Rusia, Australia, Francia, Alemania y Ucrania, y el segundo que experimenta un mayor crecimiento.

La cebada es una planta sensible a condiciones climáticas extremas. La sequía o las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas están afectando negativamente la producción de cebada. El estrés térmico provocado por unas temperaturas cada vez más elevadas inhibe el desarrollo de la planta, su maduración, y por lo tanto, la cantidad y calidad de grano cosechado.

De toda la producción de cebada de España, más del 55 % se concentra en solo dos comunidades autónomas: Castilla y León y Castilla-La Mancha, con 3,1 y 2,4 millones de toneladas respectivamente. Ambas comunidades tienen una previsión poco halagüeña desde el punto de vista climático: la temperatura media aumentará, las precipitaciones disminuirán, y se incrementarán los eventos térmicos extremos. Todo ello son factores de impacto para la cebada.

Más allá de los ingredientes

Los investigadores han ido un poco más allá de la mera descripción de los datos. Si todo sucede como se prevé, el cambio climático no solo afectará la calidad de los ingredientes, sino que también traerá una pérdida de materia prima, y por consiguiente, un aumento de los costes de producción. Costes que se sumarán a los que tendrán que soportar los agricultores, pues se enfrentan a desafíos adicionales para mantener sus cultivos de lúpulo y cebada saludables.

Para mitigar los efectos negativos del cambio climático en la producción de cerveza, se requieren medidas de adaptación inmediatas. Las más necesarias: frenar el avance del cambio climático, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, e incluso buscando formas de secuestrar el que ya se encuentra en la atmósfera.

Mientras se valoran modos de alcanzar esos objetivos, para muchos utópicos, también se pueden aplicar ciertas medidas que, aunque no solucionen el problema, facilitarán una adaptación a las nuevas condiciones que están por llegar. Los agricultores y cerveceros deben colaborar en la implementación de prácticas agrícolas sostenibles y resilientes. Esto incluye la reubicación de campos de cultivo en áreas más adecuadas y con una buena previsión de futuro, y el desarrollo de variedades de lúpulo y cebada más resistentes al clima cambiante —tal vez, variedades transgénicas—.

Pero este artículo no trata solo de cerveza.Otros productos agrícolas se enfrentan a problemas muy similares, y muy similares han de ser las posibles soluciones. El cambio climático representa una amenaza real para la producción de alimentos en todo el mundo. La calidad y la productividad están en riesgo. La colaboración entre agricultores, gestores y científicos es esencial para garantizar un futuro próspero.